La comunicación no violenta, es la metodología creada por Marshall Rosenberg, psicólogo estadounidense, en los años 60, y que, a pesar de haber pasado muchos años, sigue vigente, gracias a sus excelentes resultados.
Se trata de un modo de comunicación muy diferente, al que estamos acostumbrados.
Cuántas veces, en nuestro día a día, emitimos juicios -mezclándolos con información objetiva-, damos consejos, sin que nos lo pidan, intentamos reprimir las emociones incómodas de los demás, realizamos críticas poco constructivas, amenazamos…
Pues este tipo de comunicación, es violenta, y la practicamos sin ser conscientes del daño, que puede llegar a ocasionar en la otra persona.
La cara opuesta, sería la comunicación no violenta, aquella que trata de establecer cercanía y proximidad, con los demás y que persigue llegar a un entendimiento, en el que ambas personas ganen, el famoso “win-win”.
Y ahora bien, ¿Cómo podemos integrar esa comunicación no violenta?
Transitando por 4 senderos. Antes de adentrarnos en ellos, es fundamental, empatizar con la persona, entendiendo para qué hace lo que hace y sabiendo de antemano que, lo que hace, tiene una intención positiva, que es cubrir su necesidad, aunque a veces, a los demás, nos cueste verla.
Y Ojo… porque, empatizar, no significa, estar de acuerdo con lo que hace o dice, sino, apreciar, cómo se puede estar sintiendo, esa persona, en esa situación. Lo importante es, por tanto, tener la voluntad de comprenderla, tanto a ella, como a las circunstancias que le rodean.
Vamos a ver cómo podemos transitar por esos 4 senderos:
1. Separando los juicios, de los hechos objetivos.
Como humanos que somos, ante un acontecimiento, nos invadirán pensamientos acerca de lo que está pasando. Es recomendable dejarlos de lado y centrarnos en lo que ha sucedido exactamente: no es lo mismo decir: "llevamos esperándote 20 minutos para empezar la reunión", que decir, "uff, llegas tardísimo".
2. Expresar cómo nos sentimos ante esa circunstancia.
Aquí tenemos que echar mano de nuestro amplio vocabulario emocional y elegir aquella emoción, que más se ajuste a nuestro sentir: "enfadado, impotente, triste...", no basta con decir, me haces sentir bien o mal. Un ejemplo sería, "cuando veo que no llegas a la hora que empieza la reunión, me haces sentir impotente, ya que somos muchas las personas que perdemos tiempo, esperándote”.
3. Expresar cuál es nuestra necesidad y pedir el cambio de comportamiento.
“Necesito cambies este comportamiento y que, a partir de ahora, llegues puntual a las reuniones”.
4. Agradecimientos.
"Te agradezco mucho que hagas ese esfuerzo".
¿Qué conseguimos transitando por estos senderos?
Que la persona se motive al cambio, que responda a nuestra petición vs. reaccione de forma brusca, que fluya la comunicación y que consigamos expresar nuestra necesidad, sin herir. En definitiva, mejorar la comunicación, la asertividad y crear cercanía con los demás.
Bien es verdad, que queda en manos de la otra persona, acceder a nuestra petición o no, eso es algo, que escapa de nuestro control.
Por último, destacar, que las palabras no son inocentes, las palabras crean realidades, de ahí que tengamos que ser muy cuidadosos, a la hora de seleccionarlas. Ya lo decía el Dr. Miguel Ángel Ruiz, en su libro “Los Cuatro Acuerdos”: “Sé impecable con tus palabras”. Cuidar nuestra comunicación, puede ser el primer eslabón, a la hora de promocionar en nuestro trabajo.