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Beneficios de la actividad física en personas mayores: salud y bienestar en cada paso

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Viernes, 27 Diciembre 2024 10:00 Escrito por

A medida que avanzamos en edad, mantenerse activo se convierte en un pilar fundamental para preservar la calidad de vida.

En la tercera edad, el ejercicio físico no solo promueve la independencia y la movilidad, sino que también juega un papel esencial en la prevención de enfermedades crónicas y el fortalecimiento del bienestar emocional.

Incorporar actividades físicas regulares en la rutina diaria contribuye a mantener el cuerpo fuerte, la mente activa y a fomentar relaciones sociales, factores clave para disfrutar de una vida plena y saludable en esta etapa de la vida.

Numerosos estudios han demostrado que el ejercicio regular en la tercera edad mejora la salud cardiovascular, reduce el riesgo de enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2 y ayuda a controlar la hipertensión.

Además, actividades como caminar, nadar o practicar yoga fortalecen los huesos y articulaciones, reduciendo la incidencia de osteoporosis y el riesgo de fracturas.

Por otro lado, el impacto positivo del ejercicio sobre la salud mental es indiscutible. La actividad física regular ayuda a combatir la depresión, mejora el estado de ánimo y fomenta la agilidad cognitiva, retrasando el deterioro asociado a enfermedades como el Alzheimer.

La combinación de estos beneficios contribuye a una vida más activa, saludable y satisfactoria en esta etapa tan especial

 

Índice

 

Beneficios Físicos

Mejora de la movilidad articular

El paso del tiempo puede ocasionar una pérdida progresiva de la elasticidad en los músculos y articulaciones, dificultando actividades cotidianas como caminar, levantarse de una silla o agacharse. Sin embargo, el ejercicio regular se presenta como una herramienta poderosa para mantener y mejorar la movilidad articular en la tercera edad.

Actividades como el yoga, los estiramientos o los ejercicios acuáticos promueven la flexibilidad, lubrican las articulaciones y fortalecen los tejidos circundantes, reduciendo así la rigidez y mejorando la amplitud de movimiento.

Además, mantener una movilidad articular adecuada no solo impacta en la salud física, sino que también influye en la autonomía y la confianza de las personas mayores. Sentirse capaz de realizar tareas básicas sin ayuda fomenta la independencia y mejora la calidad de vida.

Estudios han demostrado que programas de ejercicio orientados a la tercera edad no solo reducen el dolor articular, sino que también contribuyen a prevenir lesiones comunes al fortalecer los ligamentos y los músculos que sostienen las articulaciones. Estos beneficios se ven potenciados con la práctica constante y adaptada a las necesidades individuales de cada persona.

 

Actividad física en la tercera edad

 

Prevención de enfermedades cardiovasculares y diabetes

El ejercicio físico regular es una de las herramientas más efectivas para prevenir enfermedades cardiovasculares en la tercera edad. Actividades como caminar, nadar o montar en bicicleta ayudan a mantener el corazón fuerte y a mejorar la circulación sanguínea, reduciendo factores de riesgo como la hipertensión y los niveles elevados de colesterol.

Al estimular la actividad del sistema cardiovascular, se fortalecen las paredes de los vasos sanguíneos, lo que disminuye la probabilidad de sufrir infartos o accidentes cerebrovasculares.

En cuanto a la diabetes tipo 2, el ejercicio desempeña un papel crucial en la regulación de los niveles de glucosa en sangre. La actividad física favorece la sensibilidad a la insulina, lo que permite que el cuerpo utilice el azúcar de manera más eficiente.

Esto es particularmente beneficioso para las personas mayores, ya que el sedentarismo y el envejecimiento natural tienden a disminuir esta capacidad metabólica. Además, combinar el ejercicio con hábitos saludables, como una dieta equilibrada, no solo previene el desarrollo de estas enfermedades, sino que también ayuda a gestionar mejor las condiciones existentes, mejorando la calidad de vida.

 

Aumento de la densidad ósea

El ejercicio regular es clave para prevenir la pérdida de masa ósea, una condición común en la tercera edad que puede derivar en osteoporosis y aumentar el riesgo de fracturas. Actividades como caminar, subir escaleras o ejercicios de resistencia, como levantar pesas ligeras, estimulan los huesos y promueven la regeneración ósea.

Este impacto mecánico en los huesos fomenta el fortalecimiento de su estructura, reduciendo la fragilidad y mejorando la densidad ósea.

Además, el ejercicio no solo fortalece los huesos, sino también los músculos que los rodean, proporcionando mayor estabilidad y equilibrio. Esto es crucial para reducir el riesgo de caídas, una de las principales causas de lesiones graves en las personas mayores.

Incorporar una rutina adaptada a las capacidades individuales, bajo la supervisión de un profesional, asegura que el impacto en la densidad ósea sea efectivo y seguro, promoviendo así una vida activa y saludable en la tercera edad.

 

Beneficios Mentales y Emocionales

Reducción del estrés y la ansiedad

El ejercicio físico es una herramienta poderosa para combatir el estrés y la ansiedad en la tercera edad. Durante la actividad física, el cuerpo libera endorfinas, conocidas como las hormonas de la felicidad, que generan una sensación de bienestar y mejoran el estado de ánimo. Estas sustancias químicas naturales ayudan a reducir los niveles de cortisol, la hormona relacionada con el estrés, aliviando así la tensión acumulada.

Además, participar en actividades físicas, ya sea en grupo o de manera individual, fomenta una rutina estructurada que puede proporcionar estabilidad emocional. Actividades suaves como caminar al aire libre, practicar yoga o realizar ejercicios acuáticos no solo calman la mente, sino que también ayudan a concentrarse en el presente, reduciendo pensamientos negativos o preocupaciones.

Este enfoque integral contribuye a un equilibrio mental más sólido, promoviendo un envejecimiento activo y saludable.

 

Mejora del estado de ánimo y prevención de la depresión

El ejercicio físico es uno de los métodos más eficaces para mejorar el estado de ánimo en personas mayores y prevenir trastornos emocionales como la depresión.

La práctica regular de actividad física estimula la liberación de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, sustancias químicas clave que influyen positivamente en la regulación emocional y el bienestar general. Esto es especialmente importante en la tercera edad, donde factores como el aislamiento social o los cambios físicos pueden afectar la salud mental.

Además, actividades en grupo, como clases de baile o caminatas organizadas, fomentan la interacción social, reduciendo la sensación de soledad y fortaleciendo el apoyo emocional.

Este entorno social, combinado con los beneficios físicos del ejercicio, crea un círculo positivo que impacta directamente en el humor y la autopercepción. Como resultado, las personas mayores que incorporan el ejercicio a su vida diaria tienden a sentirse más enérgicas, optimistas y motivadas para afrontar los desafíos de esta etapa.

 

Estimulación cognitiva

El ejercicio físico no solo beneficia al cuerpo, sino también a la mente, actuando como un potente estimulante cognitivo en la tercera edad.

Las actividades que implican movimiento aumentan el flujo sanguíneo al cerebro, lo que mejora la oxigenación y la entrega de nutrientes esenciales para el funcionamiento óptimo de las neuronas. Este proceso contribuye a la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para adaptarse, aprender y formar nuevas conexiones, lo que es crucial para mantener la memoria y otras funciones cognitivas.

Además, algunos tipos de ejercicios, como el baile o las clases de yoga, incorporan patrones complejos de movimientos que requieren concentración y coordinación, desafiando al cerebro y fomentando habilidades como la atención y la resolución de problemas.

Estudios han demostrado que las personas mayores que practican actividad física regularmente tienen un menor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, subrayando la importancia del ejercicio no solo como un medio de mantenerse activo, sino también como una inversión en la salud mental a largo plazo.

 

Recomendaciones de Ejercicios

Incorporar una rutina de ejercicio adaptada a las necesidades y capacidades de las personas mayores es esencial para obtener los beneficios tanto físicos como mentales. A continuación, se presentan tres tipos de actividades recomendadas que pueden integrarse fácilmente en el día a día, promoviendo un envejecimiento activo y saludable.

Caminatas diarias

Las caminatas son una de las formas más accesibles y efectivas de ejercicio para las personas mayores.

Caminar diariamente, aunque sea a un ritmo moderado, fortalece el sistema cardiovascular, mejora la circulación y mantiene la movilidad articular. Además, hacerlo al aire libre no solo aporta beneficios físicos, sino también mentales, ya que permite disfrutar del entorno natural y obtener vitamina D a través de la exposición al sol.

Se recomienda caminar entre 20 y 30 minutos al día, ajustando el ritmo según las capacidades individuales.

Ejercicios de fuerza y equilibrio

Mantener la fuerza muscular y un buen equilibrio es fundamental para prevenir caídas y garantizar la independencia en la tercera edad. Los ejercicios de fuerza, como levantar pesas ligeras, utilizar bandas elásticas o realizar sentadillas asistidas, ayudan a fortalecer los músculos y a preservar la masa muscular, que tiende a disminuir con la edad.

Por otro lado, los ejercicios de equilibrio, como mantenerse de pie sobre una pierna o practicar movimientos controlados, mejoran la estabilidad y la coordinación.

Incluir estas actividades unas dos o tres veces por semana puede marcar una gran diferencia en la calidad de vida.

Yoga o pilates adaptados

El yoga y el pilates son disciplinas altamente recomendadas para las personas mayores debido a su enfoque en la flexibilidad, la fuerza y la relajación.

Ambas prácticas ayudan a mejorar la postura, reducir la rigidez muscular y fortalecer el núcleo del cuerpo, lo que repercute en una mejor estabilidad y menor riesgo de lesiones. Además, estas actividades promueven la concentración y el control de la respiración, generando un impacto positivo en la salud mental.

Es importante optar por clases adaptadas, dirigidas por profesionales que conozcan las limitaciones propias de esta etapa de la vida.

 

Integrar estas recomendaciones de manera regular en la rutina no solo beneficia el cuerpo, sino también la mente, asegurando que las personas mayores puedan disfrutar de una vida activa y plena.

 

Cómo empezar de manera segura

Iniciar una rutina de ejercicio en la tercera edad requiere ciertas precauciones para garantizar una experiencia positiva y sin riesgos. A continuación, se detallan algunos aspectos clave para comenzar de manera segura y disfrutar plenamente de los beneficios de la actividad física.

Consultar con un médico

Antes de embarcarse en cualquier programa de ejercicios, es fundamental realizar una consulta médica.

Un profesional de la salud podrá evaluar el estado físico general, identificar posibles limitaciones o condiciones preexistentes, y ofrecer recomendaciones específicas sobre los tipos de actividad más adecuados.

Este paso es especialmente importante para personas con problemas cardíacos, hipertensión, diabetes u otras afecciones crónicas que puedan influir en la intensidad o la naturaleza del ejercicio.

 

Adaptar el nivel de esfuerzo

La actividad física debe ser adaptada a las capacidades individuales de cada persona mayor. Es preferible comenzar con ejercicios de baja intensidad y aumentar progresivamente la duración o dificultad a medida que el cuerpo se habitúe al esfuerzo.

Por ejemplo, si se empieza con caminatas, se puede aumentar gradualmente el tiempo o la distancia recorrida. Asimismo, es esencial respetar los límites del cuerpo y evitar forzarse, ya que el objetivo principal es mejorar la salud sin generar lesiones o agotamiento excesivo.

 

Monitoreo de la salud durante la actividad

Durante el ejercicio, es crucial prestar atención a las señales del cuerpo. Sensaciones como dolor, mareo o dificultad para respirar pueden indicar que la intensidad es excesiva o que algo no está bien.

Usar herramientas de monitoreo, como un pulsómetro o un reloj que registre la frecuencia cardíaca, puede ayudar a mantener la actividad dentro de un rango seguro. También es recomendable mantenerse bien hidratado y tomar pausas si es necesario, especialmente en actividades más prolongadas.

Seguir estas pautas no solo asegura un inicio seguro en la actividad física, sino que también sienta las bases para convertir el ejercicio en un hábito sostenible y beneficioso a lo largo del tiempo. Con el apoyo adecuado, las personas mayores pueden disfrutar de una rutina de ejercicios que promueva su bienestar físico y mental, mejorando significativamente su calidad de vida.

 

En el ámbito de la actividad física para la tercera edad, contar con profesionales capacitados es fundamental para garantizar que las personas mayores realicen ejercicio de manera segura y efectiva. En Femxa, ofrecemos el curso de actividad física para la tercera edad, diseñado para aquellos interesados en adquirir las habilidades necesarias para planificar, dirigir y dinamizar actividades adaptadas a colectivos especiales y personas mayores.

A lo largo del curso, aprenderás a identificar las características y necesidades específicas de este grupo, a desarrollar programas de ejercicio adecuados y a aplicar técnicas de primeros auxilios en caso de ser necesario durante su práctica.

Esta formación es una oportunidad ideal para marcar la diferencia en la calidad de vida de los mayores y desarrollar una carrera en un ámbito con gran demanda social. ¡Infórmate y da el paso hacia un futuro profesional enriquecedor!

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